Orlok no tenía claro si lo que traía entre manos era una certeza o un capricho, pero no le importaba. Quería cobrarse una víctima y el jardín tenía todos los números de la lotería.
El jardín había sido quien había plantado la semilla de la duda en Orlok. Y ahora que el miedo se había consumido en el fuego, estaba claro para Orlok que el jardín lo había engañado. Sabía que no eran mentiras las que habían pronunciado las flores negras en sus sueños pero por otra parte, respondían a los intereses del jardín que no son ni más ni menos que mantener y perdurar. El jardín había hablado en verdades parciales y Orlok estaba dispuesto a descubrir la otra mitad del asunto.
La noche había transcurrido casi completamente cuando Orlok se puso de pie. El cielo todavía estaba oscuro y el fuego seguía ardiendo. Orlok tomo un leño del fuego y se incorporó sobre sus pies. Cerro sus ojos por unos instantes y se mantuvo en calma balanceándose levemente sobre sus pies.
Orlok abrió sus ojos, se dirigió directamente a un gran árbol que estaba junto a él y estableció el contacto entre el fuego y una de sus ramas principales. Comenzó a arder, las hojas prendieron rápidamente y el árbol se iluminó por completo. Orlok tomó una distancia prudente del árbol y observó. Estaba eufórico. Su corazón resonaba fuerte en su sien marcando el ritmo. Orlok comenzó a golpearse en el pecho. No podía contenerse, tenía la necesidad de mostrar quien era él. De bailar frente a quien se pusiera en frente; con las piernas abiertas, con sus pies descalzos y entre revoleos de manos y golpes en el pecho. De su corazón brotaron infinitos cantos de guerra y en la soledad de la noche, Orlok se los cantó al jardín ardiente. Esta era la afrenta de Orlok.
Point of no return.
ResponderEliminarExactamente. De eso se trata la rebeldía.
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