Orlok pasó los siguientes días sentado en el jardín con una sola idea en la cabeza: prenderlo fuego. Imaginaba un incendio de proporciones bíblicas. Fue tal su concentración en sus pirómanas fantasías, que por primera vez pudo expresar claramente y en voz alta, sus primeras palabras. De hecho, pudo formar una frase: "Voy a prenderlo fuego" decía Orlok repetidamente y sin titubeos a lo largo de todo el día.
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