El sol transformó la frescura de la lluvia en una humedad pegajosa e insoportable. Orlok comenzó a percibir un olor nauseabundo. Era el olor que emanaba de las plantas del jardín. Por primera vez en su vida Orlok sintió asco. Ya no concebía beber del néctar de flores negras, la sola idea le provocaba arcadas. Le costaba orientarse, todo estaba igual que siempre pero a la vez distinto. De los arboles colgaba resina, los mosquitos comenzaron a molestarle y las hormigas cubrían el tronco donde solía dormir. Ya no podría dormir allí nunca más.
Deambulo por su jardín buscando un lugar donde sentarse. Sus pies descalzos se empastaban a cada paso con la resina y las hojas del suelo. Orlok no desistió ni una vez de quitarse las hojas pegadas en sus pies, le molestaba. Caminó durante horas sin encontrar un claro, un lugar donde posarse. Eligió una pequeña senda entre árboles y ramas, limpió el suelo de hojas y se sentó con las piernas cruzadas. Se mantuvo allí sentado en silencio hasta que cayó la noche. Y luego se quedó dormido.
Algunos no se llevan bien con el sol.
ResponderEliminarEl problema de las plantas es que se envician.
En mi casa, atacaron el sistema eléctrico, se devoraron las luces, las farolas, en un acto revolucionario de reivindicar el poder inigualable del sol.
Que naturaleza más hdp. Una noche a la luz de las velas se resume en irse a dormir a las 21:30 no sabiendo si uno meo adentro o fuera del inodoro
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